Al conocernos más profundamente, al hacernos cargo de nosotros mismos y de nuestras necesidades comenzamos a discernir entre lo que nos apetece y nos conviene, y optamos por elegir aquellos nutrientes que nos sientan bien, aprendemos a alimentar cuidadosamente nuestra alma. Cultivamos relaciones que nutren nuestra vida creativa e instintiva y nos comprometemos a alimentar a los demás de la misma manera.